
Esa mañana se levantó con la sensación de que algo iba a ocurrir.
Esta vez, el la buscaría.
Esta vez, él volvería con ella.
"Pero... ¿de verdad quiero volver con él?"
Un rincón más intimo, para expresar con más libertad mis ideas.
María bajó del metro, tomó las escaleras mecánicas que la llevaban de vuelta a la luz del día y echó a caminar por la acera en dirección a la cafetería donde solía desayunar cada día antes de enfrentarse a la jornada laboral. Todos los días hacía el mismo camino, a la misma hora, todavía medio dormida y dandole vueltas a sus pensamientos, repasando los acontecimientos de los ultimos meses. Los mismos que la habían llevado hasta allí. La inesperada oferta de trabajo en la capital, la búsqueda de piso, la mudanza, la habituación a sus nuevos horarios, sus nuevos compañeros, su nuevo entorno... Tampoco había transcurrido tanto tiempo desde que llegó, tan solo unos pocos meses. Pero le parecía que la separaban años de su vida anterior.
Como de costumbre, paró en la puerta, ante el expositor de periodicos gratuitos, cogió uno y lo hojeo mientras apuraba su cigarro antes de entrar al bar. De repente se sintió observada. Se giró lentamente y vio una silueta a pocos metros de ella. El sol de la mañana le daba en los ojos y no acertaba a distinguir los rasgos del chico que, estaba segura, la miraba. También sostenía un cigarrillo entre los dedos, y sujetaba un maletín en la otra mano. Es todo lo que le dio tiempo a ver durante los dos segundos que lo miró. Esbozó una media sonrisa y lentamente volvió a girarse para entrar en la cafetería.
Se dirigió a la barra, ya que casi todas las mesas estaban ocupadas. Se sentó en una banqueta en la zona más ancha, dejó el periódico sobre la barra, sacó el tabaco del bolso junto con el mechero y lo colocó junto al periódico. En ese momento, Pepe, el dueño de la cafetería salió de la cocina con un plato en cada mano y guiñó el ojo al ver a María.
- Buenos días Pepe, ¿como va la mañana?
- Pues ya ves, niña, ajetreada. Ahora te pongo tu cortadito.
- Tranquilo, no tengo prisa.
Desde que había llegado a Madrid y vió la ubicación de su nuevo centro laboral, le había llamado la atención la pequeña cafetería, casi escondida entre las enormes y coloridas fachadas de un Banco de renombre y una gran zapatería de llamativo escaparate. Estaba cerca de su oficina, pero a la vez lo suficientemente lejos para no coincidir con sus compañeros de trabajo en el desayuno.
El primer día que entró percibió el toque casero del local, con sus cuatro mesas ocupando casi todo el espacio libre, fotos colgando en las paredes en vez de las típicas láminas o cuadros, la barra limpia y despejada a excepción de un expositor refrigerado con unas pocas tapas y otro con bollería recien hecha. Los clientes llamaban al dueño por su nombre, y él a ellos también. Eso es lo que hizo decidirse a María por aquel local y no otro para tomar su café mañanero y leer la prensa gratuita antes de empezar a trabajar cada día. La primera semana que se dejó caer por allí, Pepe la miraba con curiosidad. El tercer día que la vió entrar por la puerta le preguntó su nombre. Ella se lo dijo con una sonrisa de oreja a oreja y antes de darse cuenta le estaba contando cosas de su procedencia y su familia a aquel hombre bonachón, ya cincuentón, de mirada tierna. Cada semana Pepe le preguntaba que tal le iba por Madrid, sin interrogatorios, simplemente preocupándose por ella. María se sentía feliz cada mañana en la cafetería, pudiera Pepe hablar con ella o le dedicara el tiempo y el interés a cualquier otro cliente.
Mientras estos pensamientos transcurrían en su mente a la par que Pepe le preparaba el café, se dió cuenta que no estaba sola. Bueno sí, estaban el resto de gente en las mesas, y alguno más en la otra punta de la barra, pero ya no estaba sola en "su" trozo de barra. Levantó la vista y se encontró con una sonrisa franca, alegre, que ocupaba toda una cara.... Era la cara del muchacho que la miraba fuera, aquella que no había acertado a distinguir por culpa del sol. Su maletin se encontraba reposando en la banqueta que había junto a ella, y se dio cuenta que la sonrisa del chico no estaba en ese momento dirigida a ella. El desconocido hablaba con Pepe, con familiaridad.... así que era cliente de la cafetería... María se relajó.
Pepe notó como María y su sobrino intercambiaban miradas. Se dió cuenta de que entre ellos habia... ¿como lo llamaban los jovenes? ¿feeling? ¿quimica? Para él no necesitaba una palabra que lo definiera. Sentía el amor, o el inicio de algo bonito, en el aire. Miró un instante a ambos y decidió intervenir.
- María, ¿puedo presentarte a mi sobrino? - Lo soltó tan de repente y sin venir a cuento, que ambos jóvenes se quedaron pálidos un instante antes de pasar al rojo más absoluto.
Los presentó, "María, Javi, Javi, María" ambos se dieron los dos besos de cortesía, y cuando Javi comenzó a preguntarle a María si era de Madrid, que hacía por el barrio y todas esas preguntas que se hacen cuando tienes interés por la otra persona y hay que romper el hielo, Pepe se escabulló a la cocina a ver como iban las tortillas que vendería a lo largo de la mañana.
Tras cinco minutos de charla, María comunicó que tenía que ir al trabajo, que ya llegaba tarde. Javi le había contado que ese día tenía que hacer unas gestiones por la zona, y había entrado a saludar a su querido tío, y que tenía pensado comer luego con él en la cafetería. Le preguntó a María donde comía ella habitualmente, y si le importaba pasar por ahí a tomarse el café después de comer, antes de volver al trabajo.
- Hago jornada continua- dijo María. - Como algo en la oficina, así que si todavía estas aqui sobre las 4 de la tarde, me paso a tomar ese café con vosotros.
María fue consciente de su atrevimiento, de que estaba poniendo sus cartas boca arriba sobre la mesa, pero no le importó. Despues de muchos meses, había vuelto a sentir de nuevo mariposas en el corazón, tras sólo cinco minutos de conversación con ese chico amable, que hacía que su cabeza dejará de pensar cada vez que esos ojos negros la atravesaban. Nunca había creído en el amor a primera vista, aunque sí en la atracción física inmediata por alguien, a pesar de no haber sido nunca tan intensa como lo estaba sintiendo en ese momento con Javi. Decidió que por una vez, había que arriesgar, no dejar pasar el tren como había hecho otras veces.
Sin ella saberlo, los pensamientos de Javi eran parecidos. Desde que la había visto en la calle sabía que tenía que hablar con ella, conocerlo todo sobre ella, el por qué de esa mirada resuelta pero triste que le dirigió antes de entrar en la cafetería de su tío.
Javi se tenía por un chico normal, con más que menos suerte en la vida, un trabajo que le gustaba, amigos desde la infancia que había ido ampliando a medida que crecía, y alguna que otra novia en su pasado. Pero desde hacía un tiempo su corazón no latía por nadie, y sentía cierta añoranza de tiempos pasados en los que las mariposas hacían de las suyas de vez en cuando. Al ver a María sintió un aleteo, leve, pero suficiente como para que se le despertara el interés por la caza y por ella.
Por eso cuando ella dijo que iría a tomar un café, se sintió feliz. Si, esa era la palabra. FELIZ. Al menos, tenía la oportunidad de retomar esa conversación que dejaban a medias, de comprobar si las mariposas despertaban o volvían a dormir en su interior...
Se despidieron nuevamente con dos besos, y la promesa del café en unas pocas horas...
Caminaba con paso firme y seguro, que para ser la hora de la madrugada que era, no era poco. Una sonrisa fue iluminando paulatinamente su cara. Sergio al verla le correspondió con otra más amplia y un guiño de ojo.
Aunque se habían vuelto a ver desde el día del arreglo de la tapa de la cubitera, ninguno de los dos había sacado el tema, y su trato había sido cordial y amigable como antes del encuentro.
Sergio llegó hasta el final de la barra donde solía sentarse ella, y se aupó en la barra para darle los dos besos de rigor sobre ella. Eso sí, en el segundo desvió un poco la cara y fue más un roce fugaz de labios que un beso en la mejilla…. Ante el gesto, ella sintió un pequeño escalofrío de placer, ya que no se lo esperaba.
- Que tal, Sergio? Como va todo?
- Bien, guapa, cansado de trabajar.
- No me digas que terminas ahora…
- Pues casi, casi, hace un par de horas que he salido de la oficina. He ido a casa, pero quería desconectar un rato, así que me he dado una ducha y me he venido a verte…
- Pues gracias, porque está la noche de un aburrido que no veas….
Sergio echó un vistazo a la fauna que poblaba el bar aquella noche, e hizo un gesto de comprensión.
- Bueno, al menos gente si hay, habrás estado ocupada.
- Si, eso si… Bueno, que te pongo?
- Lo de siempre, cariño.
Ella lo miró a los ojos al escuchar aquella palabra salir de su boca. Sin decir nada, se giró y fue a prepararle el Dyc 8 con hielo en vaso de tubo que el solía tomar cada noche que iba al Pub. Solía ponérselo largo, más que su compañera, porque sabía que a él le gustaba así. No le importaba pagar suplemento por la copa, pero quería más de medio vaso. Ella no le cobraba el suplemento, porque era un buen cliente, y esos detalles eran los que hacían que la clientela estuviera a gusto y no se marchara a acabar la noche en otro sitio. Un dedo más de whisky en cada vaso no suponía una gran pérdida si el cliente se tomaba cuatro copas en vez de dos.
Siguieron hablando a trozos, cuando el resto de la clientela se lo permitía, y la última hora pasó volando… Cuando el reloj marcó las
Veinte minutos después, salió a abrir la puerta a los clientes que marchaban y al cerrar se quedó a solas con Sergio en el Pub.
Este no le dio tiempo a volver a meterse en la barra, la sujetó por la muñeca, y estrechándola contra él le dio un apasionado beso con sabor a whisky y a sudor…
Las manos de ella rodearon su cuello, arrimó su cuerpo al de él, notando la dureza que comenzaba a surgir a la altura de su pubis.
Ella le desabrochó el cinturón, bajando la cremallera del vaquero lentamente, notando el calor que la prenda desprendía en esa zona, sin dejar de lamer su cintura y su ombligo, deslizando sus manos por el lateral de los pantalones, bajando poco a poco aquellos por los muslos de él. Acarició el trozo de piel que había quedado ahora al descubierto, introduciendo los dedos por el calzoncillo, acariciando y arañando suavemente lo que encontraba a su paso, sujetando ahora un glúteo, ahora el otro, recogiendo con su mano los huevos de él, que se adivinaban tras el calzoncillo, apartando con sus dientes la cinturilla elástica y descubriendo el glande que surgía firme, besándolo suavemente y mojándolo al mismo tiempo con la punta de su lengua. Terminó de bajar el calzón hasta las rodillas, dejándolo en compañía del pantalón, y volvió a subir acariciando con las manos y las uñas los mulos tensos hasta sujetar la base de esa polla turgente con una mano y siguió acariciando sus huevos y alrededores con la otra, mientras su lengua seguía el camino ascendente y descendente por su miembro, chupando ahora un trozo, lamiendo ahora otro, mordisqueando con suavidad, introduciendo lo que cabía de aquel trozo de carne palpitante dentro de su boca, saboreando y disfrutando de la textura y el sabor que la embriagaba por momentos.
Así, con las manos ocupadas y la boca llena, lo miró a los ojos, y vio que el seguía mirándola extasiado, iluminaba su cara un gesto de placer que hizo que ella sintiera otra descarga eléctrica entre sus muslos, humedeciéndola todavía más.
Él sujeto la cara de ella entre sus manos, y lentamente, la ayudó a incorporarse hasta tener su boca frente a la suya, y volvió a besarla con pasión, apretando el cuerpo de ella al suyo como si quisiera fundirla con él, no volver a separarse jamás de aquel cuerpo que lo hacía sentir tanto placer.
Le quitó el sujetador y lo depositó sobre la barra del bar, y después de contemplar aquel perfecto par de tetas, comenzó a besarlas suavemente, a lamerlas después e incrementar poco a poco el ritmo de sus besos y mordiscos a la par que aquellos pezones surgían erectos y se oscurecían con cada roce de sus labios sobre ellos. Con una mano la sujetó por las nalgas, firmemente, apoyando los dedos en la hendidura que formaba el fin de su culo y el comiendo de sus muslos. Con la otra mano comenzó a acariciarla por encima de la braga, notando aquella humedad incontenible que surgía de su interior, y eso lo puso todavía más firme y excitado de lo que ya estaba. Deslizó sus dedos bajo la braga y ahora ya si palpó, exploró, acarició aquella caliente humedad que se abría solicita al paso de sus dedos. Ella arqueó su cuerpo al sentir aquellos dedos suaves recorriéndola despacio, arrancando sensaciones en el interior de su estomago que llevaban tiempo dormidas. No podía esperar mucho más para sentir el cuerpo de el sobre el suyo, sentir su polla dentro, transmitirle aquel calor que la quemaba y consumía por dentro. La mezcla de placeres y sensaciones que el causaba en ella en ese momento, con su boca, con su lengua y sus dedos, el roce de su miembro en su piel desnuda, la estaba llevando a un punto tal de excitación que sus piernas comenzaron a temblar incontrolablemente, y el la sujeto aun más fuerte, sin dejar de acariciar y chupar, lamer y deslizar aquellos dedos dentro y fuera de ella, rozando su clítoris durante eternos segundos antes de comenzar una nueva incursión en su interior….
Ella sintió que explotaba, que algo en su interior estallaba dejando un rastro de estrellas bajo sus ojos, pequeños regueros de placer intenso surgían de su zona más intima y se expandían por su cuerpo sin darle apenas tregua, siquiera dejándola respirar….
Se apoyó en Sergio, todavía temblorosa, y sus brazos la sujetaron en un abrazo intenso, mientras la besaba la comisura de los labios.
Bruscamente, el la levantó y la sentó en una banqueta, casi arrancándole las bragas, y buscó con la punta de su polla la entrada de su cueva, aún palpitante, nuevamente encendida tras ese gesto violento de él. Sergio se la metió hasta dentro, de una sola embestida, arrancando un grito de la garganta de ella. Era grande y poderosa, la llenaba por completo y cada embestida la transportaba a otro mundo, no podía dejar de gemir y gritar cada vez que notaba el capullo arremetiendo contra su útero, los huevos de él chocando en su culo….
El la penetró deprisa, casi con furia, dejándose llevar por toda la pasión y excitación contenida hasta ese momento. Sabía que ella había disfrutado y aún disfrutaba y sólo pensaba en vivir aquel momento dejándose llevar, embistiendo con toda la fuerza que le pedía su cuerpo, sin miramientos ni recatos. Ella volvió a notar el volcán despertando en su interior, el ritmo rápido acrecentaba cada segundo la sensación y se preparó para dejarse llevar de nuevo, agarrándose a la barra y al cuello de el para no salir disparada de la banqueta. El notó como ella venía otra vez, tensaba los músculos de su vagina alrededor de su polla, preparándose para el orgasmo. Aguantó unos segundos más, y cuando ella comenzó a gritar sin control, se dejó llevar…. Sintió el orgasmo mas brutal que había tenido en años, sintió la leche salir disparada de su polla y el calor de aquella se fundió enseguida con el calor de las entrañas de ella, que no podían dejar de palpitar al mismo ritmo que palpitaba su polla. Ambos se recrearon en la sensación de aquellos espasmos que prolongaban el placer conseguido hasta la explosión final.
De repente, ella comenzó a reír… Su risa fresca y espontánea sobrecogió aun más a Sergio. Le gustaba verla así de feliz, como en ese momento. Sin salir de ella, cogió un cigarro, lo encendió y se lo ofreció. Ella lo cogió con los labios, chupó lentamente tragando el humo y lo soltó, para que él también fumara con ella. Exhaló el humo lentamente, disfrutando de cada segundo.
Tras el cigarro, ella se separó de él, no sin antes acariciarle el culo aun desnudo, y se dirigió al baño. Se arregló un poco, se vistió y dejo que el también se vistiera. Volvió a la puerta, giró la llave, la sacó y entrando en el almacén, volvió a dar las luces de la calle.
Aun ruborizada, salió a la barra, cambió la música y se dirigió a Sergio.
- Que te pongo?
- Lo de siempre, por favor.