viernes, 26 de diciembre de 2008

Premonición



Esa mañana se levantó con la sensación de que algo iba a ocurrir.
Se metió en la ducha, se enjabonó a conciencia el cuerpo desnudo, frontándose con fuerza, intentando ahuyentar ese desasosiego que sentía... pero nada. Se peinó con esmero, se maquilló y arregló mejor que de costumbre... "Bueno, si ha de pasar algo, al menos que me pille guapa" pensó.
Igualmente, se vistió con esmero, se puso sus mejores botas de tacón y salió a la calle con paso seguro. Por dentro estaba como un flan. Frio, solo sentía frio en el corazón...
Aquel día tenía planeado hacer algunas compras, curiosear aqui y allá, tomar una horchata en una terracita, tranquila, celebrando la llegada del calorcito que inauguraba el mes de junio. "No voy a cambiar mis planes por un presentimiento" Así que entró en la primera tienda, mirando perchas, vestidos imposibles, pantalones de colores chillones, camisas transparentes, tops que tapaban menos de lo recomendable.... Salió para dirigirse a la siguiente tienda, y luego a la siguiente, miró y probó ropas diversas, bikinis, sandalias, gafas de sol y hasta algún sombrero. Su inquietud se calmó un poco, estaba concentrada en cosas más banales, no quería pensar, ni dejarse llevar por pensamientos inútiles.
Tras dos o tres horas de aqui para allá, entrando y saliendo de diversos establecimientos de modas varias, comprando un poquito de aqui y algo de alli, decidió que era momento de descansar un poco, y saborear esa horchata con la que llevaba todo el invierno soñando.
Buscó una terraza grande, con la suficiente gente para no llamar excesivamente la atención, y no tanta como para que tardaran siglos en servirle. Además, tenía un excelente panorama del paseo, con la gente yendo y viniendo, y se distrajo observando tras las gafas de sol nuevas el corazón de la ciudad.
Chicos y chicas, hombres y mujeres, en grupos, en pareja, solos como ella, unos deprisa, otros con calma, abrazados, charlando, riendo, de la mano, discutiendo, besándose, parando frente escaparates, alguno en bici, niñas con minifalda, señoras con vestidos, chicos en bermudas, hombres de traje, mujeres en vaqueros.....
De repente, su corazón se desbocó. Comenzó a latir tan deprisa, que no podia apenas respirar... Todavía no alcanzaba a verle la cara, pero esa silueta, esa forma de andar.... "No puede ser, no puede ser, no puede ser..." Tres palabras repiquetenado en su cabeza, mientras intentaba devolver su respiración y su corazón al ritmo anterior. Imposible, cuanto más miraba al hombre que se acercaba, más bombeaba su corazón, latiendo todas las zonas donde tenia pulso como si la sangre quisiera abandonar su cuerpo.
No podia dejar de mirar ese cuerpo, esa cara, esos ojos... Él la miró... y tras una leve sorpresa, su boca se abrió en una amplia sonrisa, descubriendo una hilera de dientes blancos, perfectos, que apuntaban hacia ella... Le mantuvo la mirada mientras se acercaba hasta su mesa, queriendo morir por dentro, pero con la cara increiblemente relajada de cara al exterior, curvando sus labios en una media sonrisa.
El tipo llegó a su mesa, se inclinó para darle dos besos, uno en la mejilla y el otro rozando ligeramente la comisura de sus labios. Ella se estremeció..... "No puede ser" Volvia a repetirse una y otra vez.....
- ¿Que haces tú por aqui? Que sorpresa verte...
- Ya ves, de compras...
- Estas muy guapa...
- Gracias. "Para lo que me sirvió contigo..."
- Oye, ¿te importa que me siente? Me tomo una cervecita contigo.
- Claro, sientate, hace tiempo que no hablamos. "Quedate conmigo para siempre"
Él se sentó junto a ella, llamó al camarero y pidió una cerveza y otra horchata para ella. Ella no podia apartar la vista de su cara, seguía tan guapo como siempre.... o quizá más.
Comenzaron a charlar de todo un poco, trabajo, antiguos amigos comunes, cine, coches.... casi como en los viejos tiempos.
Aquellos en que no les faltaba conversación, ni ganas de tocarse, besarse, amarse... Ella no podia dejar de pensar en aquellas noches de pasión, volvía a verlo desnudo, sobre ella, susurrándole al oido.... Su cuerpo perfecto, su piel morena, esos labios carnosos que la besaban sin cesar, esos ojos negros que se clavaban en los de ella cuando le hacía el amor...
Igual que cada día y cada noche de ese último año, en el que había sobrevivido, como había podido, diciéndose a si misma que la distancia y el tiempo todo lo curan.... Viviendo otras historias, conociendo gente distinta, buscando en cada uno de sus amantes el que definitivamente la hiciera olvidar....
Pero todo había sido en vano, él estaba alli, y ella seguía perdidamente enamorada....
Siguieron su conversación como dos viejos amigos, terminaron sus bebidas, pagaron la cuenta y él se levantó para despedirse. Ella se levantó con él.
- Me ha alegrado mucho verte, no imaginas cuanto... Sigues siendo preciosa.
- A mi también a ti... "Acabas de hundirme para un año más"
- He intentado llamarte varias veces, pero me decían que el telefono ya no existía....
- Si, cambié de numero. "Tenía que borrarte de mi SIM y mi memoria"
- Oye... me gustaría volver a verte pronto, muy pronto....
-¿Por qué? "Por favor, dime que aun me quieres"
- Te he echado de menos...
- Seguro que has estado entretenido todo este tiempo. "Yo solo he pensado en ti"
- No, he pensado mucho en ti, pero no sabía donde estabas, ni que hacías...
- Bueno, cuando me dejaste decidí cambiar de vida. "Tenia que protegerme, no quería que me vieran humillada y sufriendo por ti"
- Me equivoqué. Lo siento mucho.
- Lo sé.
- Me gustaría volver a intentar estar contigo....
"¿Ahora? En un año no me has buscado lo suficiente, no estaba tan lejos..."
- Lo siento, es tarde...
- ¿Ya no me quieres? Hace un rato he visto en tus ojos que si....
"Lucha por mí, demuestrame que de verdad me quieres como yo a ti"
Ella le cogió de la mano, le miró a los ojos, y le dió un beso en los labios, apenas un suave roce.... Se giró y comenzó a caminar con una bolsa en cada mano, con paso firme y sin mirar atrás... El corazón tranquilo, la respiración normal, el nudo en su pecho habia desaparecido.... Se sintió libre.

Esta vez, el la buscaría.
Esta vez, él volvería con ella.
"Pero... ¿de verdad quiero volver con él?"

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Oscuridad y alevosía

Aviso a los lectores: Este texto es sólo un ejercicio de literatura, no se pretende valorar cuestiones morales ni ofender a nadie por su contenido.



Nunca sintió miedo de caminar en la oscuridad. Es más, el ligero cosquilleo que sentía en el estómago cuando deliberamente se metía por las calles más lúgubres y oscuras de su ciudad, la excitaba sobremanera.

Fantaseaba a veces con lo que pasaría si de las sombras surgiera un desconocido, y aunque era consciente del peligro real que eso representaba, jugaba con su mente a imaginar que nada malo llegaría a pasarle.

Fue creciendo y sus fantasías con ella. Se convirtió en una persona oscura, tan negra como las calles por las que le gustaba pasear. Pero sólo se permitía sacar esa oscuridad amparada en la noche, en aquellos callejones sin luz, deseosa de nuevas experiencias llevadas al limite del abismo.
Jamás salía con bolso, ni dinero, ni nada que la expusiera a otra cosa que una relación fortuita, violenta en su justa medida, aún siendo consciente de que arriesgaba la vida. Precisamente eso era lo que la mantenía viva.

Al principio, sólo salía cada mucho tiempo, cada varios meses, y nunca ocurrió nada más que algún susto al cruzarse con alguien salido de no sabía que esquina, o que algún desconocido la parara para pedirle fuego que alumbrara su cigarro en las frías noches de invierno.
Después, su necesidad de ennegrecer su alma la impulsó a salir más a menudo, un par de veces cada mes, e ir poco a poco adentrandose en nuevas calles de desconocidos barrios, que daban nuevos impulsos a su imaginación y producción de adrenalina.

La primera noche.... esa nunca la olvida. Todavía se moja entera cada vez que recuerda como sucedió todo. Caminaba tranquila, por los callejones familiares antes recorridos, sin luz, húmedos, con olor a rancio y a orín, como una noche más. Deseaba, como cada noche, una emoción extra, algo nuevo que la hiciera sufrir y gozar a la vez, algo que quedara anclado para siempre en la negrura de sus noches, en la oscuridad de su pensamiento. En ese instante notó un frio helador en su espalda, un brazo que la agarraba del cuello, una mano caliente que le tapaba la boca y la nariz, cortandole el aliento. La arrastró violentamente hacía un portal cercano que siempre pensó abandonado. Fingió resistirse, luchar apenas con su agresor unos segundos, pero enseguida se quedó inerte, a la expectativa.

Era la primera vez, no entendía muy bien todavía el mecanismo de estas cosas. No sabía qué impulsos podían mover a esa criatura que sentía tan cerca, excitándola y paralizándola de miedo al mismo tiempo. Así que decidió colaborar y no, mantenerse quieta, pero abriendo mucho los ojos para no perderse detalle, y que el otro creyera ver en ellos un terror que apenas sentía. El hombre era bastante más grande que ella, aunque no parecía excesivamente fuerte ni musculoso, más bien algo blando, pero nervioso. La tocaba sin delicadeza, manteniendo un brazo rodeandole la cara y el cuello, aunque al ver que ella no tenía intención de gritar, fue poco a poco aflojando la presión. Con la otra mano rebuscaba entre sus ropas la manera de llegar a la porción de su cuerpo que pretendía violentar y humillar, sin darse cuenta de que ella casi le facilitaba las cosas. Llevaba debajo de la fina gabardina una falda amplia, que facilitaba el acceso a sus braguitas de encaje negras. Si, le gustaba vestirse para la ocasión, por si esta se presentaba, y aquella era la noche...

Aunque el tipo apenas prestaba atención a los detalles que ella tan cuidadosamente había preparado. Lo notó torpe tocando sus bragas, manipulando hasta que consiguió bajarselas hasta las rodillas, arrugando su falda en la cintura con la gabardina apenas abiertos los botones lo suficiente para no estorbar. La empujó contra el suelo, no muy brusco, como no queriendo hacer demasiado daño. El hombre ya llevaba la bragueta abierta, y con rapidez desabrochó el boton de los pantalones que resbalaron tambien por sus piernas, descubriendo que no llevaba ropa interior, listo para la acción sin mucho impedimiento.

Con el tipo arrodillado sobre ella, sin mirarla a la cara, sin hablar, solo dos respiraciones ansiosas mezclandose en los olores del callejón, vió su polla erecta apuntando a su vientre, dejando entrever gotas de liquido que delataban su prisa y su ansia por entrar en ella y descargar. No era una gran polla, más bien tirando a corta, pero con el grosor suficiente para hacerla daño en el caso de no estar tan mojada como en ese momento se encontraba. Sus dedos torpes empezaron a buscar entre su vello púbico el agujero adecuado que le permitiría al fin descansar, y cuando sus dedos resbalaron dentro de ella, sintió que pegaba un respingo contra su cuerpo.

-Vaya, ¿te gusta esto, putita? - le susurró el hombre al oido. Ella dejó escapar un gemido al descubrir la ronca voz...
Aquello parece que le excitó, y se apresuró a empujar su duro miembro contra sus labios húmedos, ya sin cuidado de encontrar la raja que le abría el camino a su interior, sabiendo que su misma humedad lo conduciría sin remedio entre las esponjosas paredes de su cueva cálida y espesa de flujos. Comenzó un rápido vaivén, una lucha entre los dos por ver quien se movía más rapido y más violento, desesperados ambos por llegar al fin de la efímera pasión. Y casi lo lograron a la vez, entre el barullo de ropas, gruñidos y gemidos que escapaban de sus bocas, entre el olor a rancio, a sexo, a sudor y orín que impregnaba todo el callejón. Nada más eyacular, el hombre se levantó, le dió un cachete en la cara, como de agradecimiento y advertencia, y tras levantarse los pantalones, salió corriendo abrochandose el botón...

Ella se quedó unos segundos allí, en el frio suelo del portal, rememorando la experiencia, y acercó un tímido dedo al clitoris todavía palpitante, frotando con suavidad, llegando a un segundo orgasmo casi tan intenso como el primero...
Luego se levantó, notandose dolorida y magullada, se vistió, y lentamente, tomó el camino hasta su casa...
Una vez ahí, se quitó el condón femenino que siempre se colocaba antes de salir en sus expediciones nocturnas, lo tiró al váter, giró el grifo del agua caliente y entró en la ducha...

Desde aquella noche, aprovecha cada noche sin luna, las noches nubladas y sin estrellas, y las que su negrura interior la impulsan a echarse a la calle, en busca de nuevos encuentros, de gente sin alma como ella, que compartan su vacío y oscuridad durante unos pocos minutos en un sucio portal...

lunes, 15 de diciembre de 2008

Eterna espera

Ni siquiera sé si pensaste en mi.
Solo sé que hoy ha sido un día más.
Un día más esperando...
Sólo un día más en la tristura
Que me invade cuando no estas aqui.
Y de verdad que quisiera no acordarme de ti.
Que pase un sólo día en el que no piense en ti...
Es tan difícil.
Todavía te sueño, te recuerdo y te extraño.
Y siento que es sólo....
Que sigo echandote de menos.
Y en serio, no quisiera...

domingo, 14 de diciembre de 2008

Una historia cualquiera


María bajó del metro, tomó las escaleras mecánicas que la llevaban de vuelta a la luz del día y echó a caminar por la acera en dirección a la cafetería donde solía desayunar cada día antes de enfrentarse a la jornada laboral. Todos los días hacía el mismo camino, a la misma hora, todavía medio dormida y dandole vueltas a sus pensamientos, repasando los acontecimientos de los ultimos meses. Los mismos que la habían llevado hasta allí. La inesperada oferta de trabajo en la capital, la búsqueda de piso, la mudanza, la habituación a sus nuevos horarios, sus nuevos compañeros, su nuevo entorno... Tampoco había transcurrido tanto tiempo desde que llegó, tan solo unos pocos meses. Pero le parecía que la separaban años de su vida anterior.

Como de costumbre, paró en la puerta, ante el expositor de periodicos gratuitos, cogió uno y lo hojeo mientras apuraba su cigarro antes de entrar al bar. De repente se sintió observada. Se giró lentamente y vio una silueta a pocos metros de ella. El sol de la mañana le daba en los ojos y no acertaba a distinguir los rasgos del chico que, estaba segura, la miraba. También sostenía un cigarrillo entre los dedos, y sujetaba un maletín en la otra mano. Es todo lo que le dio tiempo a ver durante los dos segundos que lo miró. Esbozó una media sonrisa y lentamente volvió a girarse para entrar en la cafetería.

Se dirigió a la barra, ya que casi todas las mesas estaban ocupadas. Se sentó en una banqueta en la zona más ancha, dejó el periódico sobre la barra, sacó el tabaco del bolso junto con el mechero y lo colocó junto al periódico. En ese momento, Pepe, el dueño de la cafetería salió de la cocina con un plato en cada mano y guiñó el ojo al ver a María.

- Buenos días Pepe, ¿como va la mañana?
- Pues ya ves, niña, ajetreada. Ahora te pongo tu cortadito.
- Tranquilo, no tengo prisa.

Desde que había llegado a Madrid y vió la ubicación de su nuevo centro laboral, le había llamado la atención la pequeña cafetería, casi escondida entre las enormes y coloridas fachadas de un Banco de renombre y una gran zapatería de llamativo escaparate. Estaba cerca de su oficina, pero a la vez lo suficientemente lejos para no coincidir con sus compañeros de trabajo en el desayuno.

El primer día que entró percibió el toque casero del local, con sus cuatro mesas ocupando casi todo el espacio libre, fotos colgando en las paredes en vez de las típicas láminas o cuadros, la barra limpia y despejada a excepción de un expositor refrigerado con unas pocas tapas y otro con bollería recien hecha. Los clientes llamaban al dueño por su nombre, y él a ellos también. Eso es lo que hizo decidirse a María por aquel local y no otro para tomar su café mañanero y leer la prensa gratuita antes de empezar a trabajar cada día. La primera semana que se dejó caer por allí, Pepe la miraba con curiosidad. El tercer día que la vió entrar por la puerta le preguntó su nombre. Ella se lo dijo con una sonrisa de oreja a oreja y antes de darse cuenta le estaba contando cosas de su procedencia y su familia a aquel hombre bonachón, ya cincuentón, de mirada tierna. Cada semana Pepe le preguntaba que tal le iba por Madrid, sin interrogatorios, simplemente preocupándose por ella. María se sentía feliz cada mañana en la cafetería, pudiera Pepe hablar con ella o le dedicara el tiempo y el interés a cualquier otro cliente.

Mientras estos pensamientos transcurrían en su mente a la par que Pepe le preparaba el café, se dió cuenta que no estaba sola. Bueno sí, estaban el resto de gente en las mesas, y alguno más en la otra punta de la barra, pero ya no estaba sola en "su" trozo de barra. Levantó la vista y se encontró con una sonrisa franca, alegre, que ocupaba toda una cara.... Era la cara del muchacho que la miraba fuera, aquella que no había acertado a distinguir por culpa del sol. Su maletin se encontraba reposando en la banqueta que había junto a ella, y se dio cuenta que la sonrisa del chico no estaba en ese momento dirigida a ella. El desconocido hablaba con Pepe, con familiaridad.... así que era cliente de la cafetería... María se relajó.

Pepe notó como María y su sobrino intercambiaban miradas. Se dió cuenta de que entre ellos habia... ¿como lo llamaban los jovenes? ¿feeling? ¿quimica? Para él no necesitaba una palabra que lo definiera. Sentía el amor, o el inicio de algo bonito, en el aire. Miró un instante a ambos y decidió intervenir.

- María, ¿puedo presentarte a mi sobrino? - Lo soltó tan de repente y sin venir a cuento, que ambos jóvenes se quedaron pálidos un instante antes de pasar al rojo más absoluto.

Los presentó, "María, Javi, Javi, María" ambos se dieron los dos besos de cortesía, y cuando Javi comenzó a preguntarle a María si era de Madrid, que hacía por el barrio y todas esas preguntas que se hacen cuando tienes interés por la otra persona y hay que romper el hielo, Pepe se escabulló a la cocina a ver como iban las tortillas que vendería a lo largo de la mañana.

Tras cinco minutos de charla, María comunicó que tenía que ir al trabajo, que ya llegaba tarde. Javi le había contado que ese día tenía que hacer unas gestiones por la zona, y había entrado a saludar a su querido tío, y que tenía pensado comer luego con él en la cafetería. Le preguntó a María donde comía ella habitualmente, y si le importaba pasar por ahí a tomarse el café después de comer, antes de volver al trabajo.

- Hago jornada continua- dijo María. - Como algo en la oficina, así que si todavía estas aqui sobre las 4 de la tarde, me paso a tomar ese café con vosotros.

María fue consciente de su atrevimiento, de que estaba poniendo sus cartas boca arriba sobre la mesa, pero no le importó. Despues de muchos meses, había vuelto a sentir de nuevo mariposas en el corazón, tras sólo cinco minutos de conversación con ese chico amable, que hacía que su cabeza dejará de pensar cada vez que esos ojos negros la atravesaban. Nunca había creído en el amor a primera vista, aunque sí en la atracción física inmediata por alguien, a pesar de no haber sido nunca tan intensa como lo estaba sintiendo en ese momento con Javi. Decidió que por una vez, había que arriesgar, no dejar pasar el tren como había hecho otras veces.

Sin ella saberlo, los pensamientos de Javi eran parecidos. Desde que la había visto en la calle sabía que tenía que hablar con ella, conocerlo todo sobre ella, el por qué de esa mirada resuelta pero triste que le dirigió antes de entrar en la cafetería de su tío.

Javi se tenía por un chico normal, con más que menos suerte en la vida, un trabajo que le gustaba, amigos desde la infancia que había ido ampliando a medida que crecía, y alguna que otra novia en su pasado. Pero desde hacía un tiempo su corazón no latía por nadie, y sentía cierta añoranza de tiempos pasados en los que las mariposas hacían de las suyas de vez en cuando. Al ver a María sintió un aleteo, leve, pero suficiente como para que se le despertara el interés por la caza y por ella.

Por eso cuando ella dijo que iría a tomar un café, se sintió feliz. Si, esa era la palabra. FELIZ. Al menos, tenía la oportunidad de retomar esa conversación que dejaban a medias, de comprobar si las mariposas despertaban o volvían a dormir en su interior...

Se despidieron nuevamente con dos besos, y la promesa del café en unas pocas horas...

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Quizá


Hoy voy a agradecerte las horas pasadas contigo.
Porque ha habido un instante, en el que tus ojos me miraban con ese deseo, que normalmente contienes por saberlo no correspondido, en el que de verdad, he sentido ganas de besarte.
Ganas de conocer el sabor de tu boca, de sentir el dulzor de tus labios en los mios, de saber que deseos ocultos eras capaz de despertar en mi.
Mi cuerpo pedía lo que mi cabeza se niega a aceptar. Que quizá, en alguna forma, ese deseo que sé que sientes, que alguna vez me cuentas, también anida dentro de mi, en lo más profundo.
Y sé que quizá debería dejarme llevar.
Que quizá debiera darte esa oportunidad. Por mi, por tí, por ambos, por ninguno de los dos.
Quizá hoy era el momento.
Quizá mañana no sea lo mismo.
O quizá todo siga igual....

jueves, 4 de diciembre de 2008

Hoy he soñado


Compromiso
nObleza
humaNidad

agUa
pasióN

Mar
ilUsión
toleraNcia
soliDaridad
prOsperidad

Franqueza
tiErra
Lluvia
navIdad
paZ,

Naturaleza
hUmildad
ciElo
Vida
amOr

Y

faMilia
Esperanza
trabaJo
sOl
sueRte