domingo, 14 de diciembre de 2008

Una historia cualquiera


María bajó del metro, tomó las escaleras mecánicas que la llevaban de vuelta a la luz del día y echó a caminar por la acera en dirección a la cafetería donde solía desayunar cada día antes de enfrentarse a la jornada laboral. Todos los días hacía el mismo camino, a la misma hora, todavía medio dormida y dandole vueltas a sus pensamientos, repasando los acontecimientos de los ultimos meses. Los mismos que la habían llevado hasta allí. La inesperada oferta de trabajo en la capital, la búsqueda de piso, la mudanza, la habituación a sus nuevos horarios, sus nuevos compañeros, su nuevo entorno... Tampoco había transcurrido tanto tiempo desde que llegó, tan solo unos pocos meses. Pero le parecía que la separaban años de su vida anterior.

Como de costumbre, paró en la puerta, ante el expositor de periodicos gratuitos, cogió uno y lo hojeo mientras apuraba su cigarro antes de entrar al bar. De repente se sintió observada. Se giró lentamente y vio una silueta a pocos metros de ella. El sol de la mañana le daba en los ojos y no acertaba a distinguir los rasgos del chico que, estaba segura, la miraba. También sostenía un cigarrillo entre los dedos, y sujetaba un maletín en la otra mano. Es todo lo que le dio tiempo a ver durante los dos segundos que lo miró. Esbozó una media sonrisa y lentamente volvió a girarse para entrar en la cafetería.

Se dirigió a la barra, ya que casi todas las mesas estaban ocupadas. Se sentó en una banqueta en la zona más ancha, dejó el periódico sobre la barra, sacó el tabaco del bolso junto con el mechero y lo colocó junto al periódico. En ese momento, Pepe, el dueño de la cafetería salió de la cocina con un plato en cada mano y guiñó el ojo al ver a María.

- Buenos días Pepe, ¿como va la mañana?
- Pues ya ves, niña, ajetreada. Ahora te pongo tu cortadito.
- Tranquilo, no tengo prisa.

Desde que había llegado a Madrid y vió la ubicación de su nuevo centro laboral, le había llamado la atención la pequeña cafetería, casi escondida entre las enormes y coloridas fachadas de un Banco de renombre y una gran zapatería de llamativo escaparate. Estaba cerca de su oficina, pero a la vez lo suficientemente lejos para no coincidir con sus compañeros de trabajo en el desayuno.

El primer día que entró percibió el toque casero del local, con sus cuatro mesas ocupando casi todo el espacio libre, fotos colgando en las paredes en vez de las típicas láminas o cuadros, la barra limpia y despejada a excepción de un expositor refrigerado con unas pocas tapas y otro con bollería recien hecha. Los clientes llamaban al dueño por su nombre, y él a ellos también. Eso es lo que hizo decidirse a María por aquel local y no otro para tomar su café mañanero y leer la prensa gratuita antes de empezar a trabajar cada día. La primera semana que se dejó caer por allí, Pepe la miraba con curiosidad. El tercer día que la vió entrar por la puerta le preguntó su nombre. Ella se lo dijo con una sonrisa de oreja a oreja y antes de darse cuenta le estaba contando cosas de su procedencia y su familia a aquel hombre bonachón, ya cincuentón, de mirada tierna. Cada semana Pepe le preguntaba que tal le iba por Madrid, sin interrogatorios, simplemente preocupándose por ella. María se sentía feliz cada mañana en la cafetería, pudiera Pepe hablar con ella o le dedicara el tiempo y el interés a cualquier otro cliente.

Mientras estos pensamientos transcurrían en su mente a la par que Pepe le preparaba el café, se dió cuenta que no estaba sola. Bueno sí, estaban el resto de gente en las mesas, y alguno más en la otra punta de la barra, pero ya no estaba sola en "su" trozo de barra. Levantó la vista y se encontró con una sonrisa franca, alegre, que ocupaba toda una cara.... Era la cara del muchacho que la miraba fuera, aquella que no había acertado a distinguir por culpa del sol. Su maletin se encontraba reposando en la banqueta que había junto a ella, y se dio cuenta que la sonrisa del chico no estaba en ese momento dirigida a ella. El desconocido hablaba con Pepe, con familiaridad.... así que era cliente de la cafetería... María se relajó.

Pepe notó como María y su sobrino intercambiaban miradas. Se dió cuenta de que entre ellos habia... ¿como lo llamaban los jovenes? ¿feeling? ¿quimica? Para él no necesitaba una palabra que lo definiera. Sentía el amor, o el inicio de algo bonito, en el aire. Miró un instante a ambos y decidió intervenir.

- María, ¿puedo presentarte a mi sobrino? - Lo soltó tan de repente y sin venir a cuento, que ambos jóvenes se quedaron pálidos un instante antes de pasar al rojo más absoluto.

Los presentó, "María, Javi, Javi, María" ambos se dieron los dos besos de cortesía, y cuando Javi comenzó a preguntarle a María si era de Madrid, que hacía por el barrio y todas esas preguntas que se hacen cuando tienes interés por la otra persona y hay que romper el hielo, Pepe se escabulló a la cocina a ver como iban las tortillas que vendería a lo largo de la mañana.

Tras cinco minutos de charla, María comunicó que tenía que ir al trabajo, que ya llegaba tarde. Javi le había contado que ese día tenía que hacer unas gestiones por la zona, y había entrado a saludar a su querido tío, y que tenía pensado comer luego con él en la cafetería. Le preguntó a María donde comía ella habitualmente, y si le importaba pasar por ahí a tomarse el café después de comer, antes de volver al trabajo.

- Hago jornada continua- dijo María. - Como algo en la oficina, así que si todavía estas aqui sobre las 4 de la tarde, me paso a tomar ese café con vosotros.

María fue consciente de su atrevimiento, de que estaba poniendo sus cartas boca arriba sobre la mesa, pero no le importó. Despues de muchos meses, había vuelto a sentir de nuevo mariposas en el corazón, tras sólo cinco minutos de conversación con ese chico amable, que hacía que su cabeza dejará de pensar cada vez que esos ojos negros la atravesaban. Nunca había creído en el amor a primera vista, aunque sí en la atracción física inmediata por alguien, a pesar de no haber sido nunca tan intensa como lo estaba sintiendo en ese momento con Javi. Decidió que por una vez, había que arriesgar, no dejar pasar el tren como había hecho otras veces.

Sin ella saberlo, los pensamientos de Javi eran parecidos. Desde que la había visto en la calle sabía que tenía que hablar con ella, conocerlo todo sobre ella, el por qué de esa mirada resuelta pero triste que le dirigió antes de entrar en la cafetería de su tío.

Javi se tenía por un chico normal, con más que menos suerte en la vida, un trabajo que le gustaba, amigos desde la infancia que había ido ampliando a medida que crecía, y alguna que otra novia en su pasado. Pero desde hacía un tiempo su corazón no latía por nadie, y sentía cierta añoranza de tiempos pasados en los que las mariposas hacían de las suyas de vez en cuando. Al ver a María sintió un aleteo, leve, pero suficiente como para que se le despertara el interés por la caza y por ella.

Por eso cuando ella dijo que iría a tomar un café, se sintió feliz. Si, esa era la palabra. FELIZ. Al menos, tenía la oportunidad de retomar esa conversación que dejaban a medias, de comprobar si las mariposas despertaban o volvían a dormir en su interior...

Se despidieron nuevamente con dos besos, y la promesa del café en unas pocas horas...

5 comentarios:

Nür dijo...

El principio me es familiar... ¿puede que lo haya leido antes? Ahora, la alegría de haber podido ir un poquito más allá, no me la quita nadie!
Hay más?
Besos,
Nür

celemin dijo...

Esta clarísimo si hasta en los posos del café esta escrito.... ;-)

Enol dijo...

Hola jefa. ¿Como andas? Recuerda, si en la noche de reyes ves que el rey Gaspar se mete desnudo en tu cama grítale al oído, porque está un poco sordo: “Te pedí un VOLVO, CON V, UN VOL-VO!!”. Si el que se mete en tu cama es Baltasar, ya se lo dirás después… que ya sabes lo que dicen de Baltasar. Me pasaba a desearte una semana tranquila y Feliz Navidad a ti también amiga.

Bruja24 dijo...

Hola Nür! El principio lo escribi hace muchos meses, si, y nunca sabía como continuar... De hecho todavía no lo se. A ver que va saliendo.
Cele, eres muy observador... jajajaja. Yo no soy muy de cafés, pero en los té chinos a veces flipo con las figuras que se forman en los posos. Menos mal que no me ha dado por interpretarlas!
Chuki, si el Rey Gaspar está bueno... dejalo, ya le diré después que lo que pedí fue el Volvo... que un dulce no amarga a nadie, no? Dame galletas y llamame tonto...
Besotes!

patri dijo...

Ains qué tierno....lo continuarás,no? merece continuación.Me alegr que esta vez no dejara pasar el tren, a veces dejamos pasar demasiados.
Un besazo
PD: lo de dame galletas y llámame tonto me ha encantado!!jejeje