domingo, 21 de septiembre de 2008

Sería como ya lo viví



"No quiero mi vida,
si no vivo en tu sonrisa,
Yo no quiero emociones,
que no provoquen tus caricias,
Dime que pasaría si de nuevo recuerdo que te sentí...
Si como en una noche preguntara mi almohada por ti.
No quiero soñar sino despierto entre tus brazos,
Por eso que me da el simple roce de tus labios,
Se pasaban los años cada instante que me faltabas,
Dime que pasaría si recuerdo que te sentí...
Sería solo perder el tiempo,
Sería como ya lo viví,
disfrazado, añorando tus besos,
Pidiendo al silencio que me hable de ti.
Confuso entre amores forzados,
Intentando encontrar lo encontrado,
Serían todas mis ilusiones y recuerdo que te sentí.
Confuso entre amores forzados,
Intentando encontrar lo encontrado,
Sería solo perder el tiempo,
Sería como ya lo viví, si,
Recuerdo que te sentí...
No creo en las palabras que no son cómplice de mis ganas,
Ya no creo en el tiempo que dice cura lo que hoy te mata,
No, no creo en sentimientos disfrazados para ser feliz,
Lo que se me olvida pero que luego se acuerda de ti.
Sería solo perder el tiempo
Sería como ya lo viví
Disfrazado, añorando tus besos,
pidiendo al silencio q me hable de ti.
Confuso entre amores forzados,
intentando encontrar lo encontrado,
Serían todas mis ilusiones
y
recuerdo q te sentí."
Diego Martín "Sería como ya lo vivi"

Y llegas de repente, y te quedas ahí.
Sin decir nada, solo mirando.
Esperando algo que no sabes muy bien que es.
Y yo ya no sé si decir, si mirar, si acercarme a ti.
Y me canso de esperar, me canso de soñar.
Me canso de mirarte y que sigas ahí, sin decir nada.
Sólo mirando.
Deseando que yo te mire y te siga soñando...


martes, 16 de septiembre de 2008

Se rompió


Con cuidado, cerró la puerta y se dirigió al dormitorio.
El caos lo llenaba todo. La puertas de los armarios abiertas, la ropa desordenada. La mitad, su mitad, de repente vacía, tan vacía...
Abrió el cajón de la mesilla y sacó unas tijeras.
Fue hacia el baño, abrió el grifo de la ducha, dejó que el agua corriera hasta templarse y se metió dentro. El agua caliente recorría su espalda, calentando su piel y su alma, que se había quedado fría tras su marcha.
Repasaba la discusión en su cabeza. Si es que a aquel intercambio frío y cruel de palabras se le podía llamar discusión. Reproches. Susurros cargados de odio y rencor. Insultos. Desprecio. Ella mantuvo su mirada distante en un punto de la habitación mientras él recogía sus cosas. En realidad, ya no le importaba. Nada de lo que él pudiera decir le importaba. Su amor se rompió una noche. Cualquier noche. La primera noche que él la miró así. Con desprecio, como si ella no valiera los besos que el le daba. Había habido gritos, pero ella no respondió. Sólo lo miraba, y sentía como su corazón se partía con cada palabra que él escupía, con cada gesto que dirigía hacia ella, con cada mirada cruel que sentía sobre su cabeza. Finalmente, se partió. Y se sintió sola, perdida, sin saber muy bien donde quedaba la niña y donde la mujer. Nada volvió a ser igual. No sabía cuanto tiempo había pasado desde aquello, si semanas, días o solo unas pocas horas. Sólo sabía que ya no era él, que con él no volvería a ser ella.
Y le pidió que se marchase. Sin más. Sin levantar la voz, mirándolo a los ojos, sin opción a elección ninguna.
Increíblemente, él consintió. No sin antes intentar humillarla una vez más. Pero eso ya no era posible, él ya no tenía el poder. Quizá vio esa fuerza en ella que no esperaba, y se asustó. Aún a pesar de hacerse el fuerte, tenía miedo de ella, de esa firmeza, del no ver dolor ni amor, ni siquiera rencor en sus ojos. Sólo indiferencia, cansancio, asco...
Así que se fue. Sin más, sin volver atrás.
Estando en la ducha, sintiendo el agua calmando su tristeza y agonía, renovando su fuerza y calentando su alma, vio la pastilla de jabón que utilizaba él. La cogió y la tiro a la taza del water. Tiró de la cadena y observó como el remolino de agua se la llevaba a la profundidad del abismo, como se llevaba los recuerdos que conservaba de él.
Lentamente, cogió la tijera. Sujetó delicadamente mechones de su largo pelo, y fue cortando, uno tras otro, sintiendo un gran gozo en su interior con cada trozo de melena que caía al lavabo. Era el comienzo de una nueva etapa, y se sentía feliz, libre, con alguna magulladura, pero dispuesta a cuidar sus heridas.
Se vistió, recogió el dormitorio, tiró todo lo que encontró que le recordaba a él, a su paso por aquella casa que era su refugio. Hizo una bolsa con todas las migajas de aquel amor y salió a la calle.
La tiró en el primer contenedor que vio.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Te conocí...



Te conocí una noche de junio.
Los dos estabamos trabajando, aunque yo entonces no sabía que tú también lo hacías.
Pasé por delante tuyo y dijiste unas palabras al verme.
No recuerdo cuales fueron.
Pero recuerdo que te miré a los ojos, y tú me devolviste la mirada, sin pestañear.
Algo saltó dentro de mi cuando sentí esa intensidad de tus ojos en los mios.
Volví a pasar junto a ti cientos de veces aquella noche, y siempre tenías unas palabras para mi. En pocos minutos averigüaste mi nombre, de donde era, donde trabajaba, y por qué estaba alli. Yo no sabía nada de ti, excepto tu nombre.
Y que me gustabas.
Mucho.
En sólo unos minutos, sin apenas conocerte, me gustó tu mirada, me embaucó tu sonrisa, tu voz me hacía vibrar, y sólo quería tener más minutos para pasar delante de ti, para mirarte y que me miraras, para hablarte y que me hablaras, para sonreirte y perderme en tu sonrisa.
Recuerdo que cuando te pregunté tu nombre, y me respondiste, me pediste dos besos de presentación.
Yo te contesté que no podía, que estaba ocupada, que más tarde te los daría.
Sin embargo, transcurrido un rato, me acerqué a ti de pronto, te cogí del brazo, y te di esos dos besos.
Cuando menos lo esperabas, cuando ya no los esperabas...
Y entonces vi la chispa en tus ojos.
Te enamoraste de mi de la misma manera que yo lo hice de ti.
De repente, sin pensarlo, sin esperarlo, sin más...
Sólo que tú ya sabías que ese amor no tenía un principio.
Y ahora yo sé que seguramente, jamás tenga un final.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Una conexión especial

Estaba sentado en la oficina rodeado de papeles, el telefóno no dejaba de sonar, los clientes entraban, se sentaban, le exponían sus necesidades y salían, apenas había tenido tiempo ni de comer en condiciones, ni mucho menos tomar un café.

Su cabeza parecía a punto de sufrir un desparrame de ideas, números, vísceras y fuego. No le dolía todavía, pero sentía la espesura en la frente, detrás de los ojos, y sabía en que se convertiría esa sensación si no le ponía el freno adecuado.

Eran ya las siete de la tarde, solo le quedaba una hora más de puerta abierta al público en su pequeño negocio, pero después, una vez echado el cerrojo, desconectado el móvil de empresa y descolgado el telefóno fijo, tocaba desenmarañar la pila de papeles que se acumulaban sin orden sobre su mesa, meter los datos en el ordenador, hacer los pedidos para los dias siguientes, y resolver los pequeños problemas diarios que sus proveedores y clientes le planteaban.

Decidió aguantar el caos de su cabeza durante media hora más y después cerrar la puerta, desconectar teléfonos y salir al menos media hora a dar un paseo y despejarse antes de ponerse con el papeleo.

El teléfono volvió a sonar con martilleante repiqueteo. "A ver si le cambio el tono a este cacharro" pensó. Descolgó y repitió la frase de bienvenida aprendida durante varios años con el membrete de su negocio.

- Maquinarias Duna, ¿digamé?

- Hola cielo, ¿estas ocupado?

Esa voz ronca y sensual a través del telefono le liberó de parte del stress acumulado en cuestión de un segundo.

- Si, no, dime...

- Jajajajaja - su risa espontanea y franca le quitó otro poco de stress - ¿En que quedamos? Si estás ocupado te llamo más tarde...

- No, de verdad, me alegro mucho de oir tu voz en estos momentos, estaba un poco saturado.

- Ya lo imaginaba, por eso he pensado llamarte...

- ¿Cómo haces siempre para estar en el momento justo? - No lo decía en broma, desde que recordaba, ella nunca era inoportuna, siempre sabía en cada momento lo que él necesitaba o le apetecía hacer.

- Bueno... ya sabes, soy un poco bruja - Volvió a oir su risa al otro lado del teléfono y sintió como su corazón sonreía al imaginarla en ese instante.

- ¿Ah si? entonces dime, ¿en que estoy pensando ahora mismo?

- A ver... ¿que hora es? ¿las siete y media? estas pensando en cerrar la puerta, apagar el movil y salir a dar un paseo conmigo....

- Bingo!! Jajajajajaja. Pero me temo que va a ser dificil... ¿dónde estás?

- Anda, asómate, hombre ocupado...

Al oir estas palabras su corazón dio un vuelco. Estaba hablando con ella por teléfono y resulta que se encontraba a menos de 10 metros de él... Dejó apoyado el teléfono sobre la mesa del despacho, salió del pequeño cubículo que tenía por oficina y entonces la vio...

Estaba igual que la última vez que se encontraron, hacía más de 2 años. En ese tiempo habían pasado muchas cosas, pero a pesar de la distancia y el tiempo, su conexión seguía alli. De hecho, se había hecho más fuerte, gracias a las constantes llamadas teléfonicas, los emails, y las largas charlas nocturnas a través del messenger...

Ella se había ido fuera de la ciudad gracias a una oferta de trabajo que jamás conseguiría quedándose alli, y el la había echado mucho de menos.

Eran hermanos mellizos, aunque cada uno tuviera su vida, siempre estaban pendientes el uno del otro, complementandose a la perfección.