martes, 26 de agosto de 2008

Tristeza


Y siento que te alejas ya...
Giras la cabeza, echas el último vistazo y decides abandonarme para siempre.
Veo tu espalda alejarse un paso por segundo, despacio, decidido...
¿Qué voy a hacer sin ver otra vez tu sonrisa?
¿Cómo puedes dejarme sin la luz que irradiaban tus ojos castaños cada vez que miraban los mios?
- Esto no puede ser - me dijiste...
Y lo sé. Se que nunca podrá ser. Sé que nunca pudo ser.
Pero estabas aqui, en cierto modo, conmigo. Y solo con verte, mirandote a los ojos, ya soy feliz...
Egoismo, si. Asi es. Pero todos somos egoistas.
Todos buscamos una ilusión, un destello, algo que nos haga sentir vivos.
Y eso eres tu para mi...
Quizá cada momento de vida que yo siento contigo, es un momento de ilusión que a ti te quito.
La tristeza es lo único que me queda de ti.
La tristeza con la que me sonries, la tristeza con la que me miras...
Y me quedo sola, otra vez. Sola y triste.
Tristes los dos...

jueves, 21 de agosto de 2008

Y sueño contigo....

Sueño con despertarme un día y encontrarte a mi lado.
Mirarte a los ojos, sentirte en los míos.
Levanto mi mano y te acaricio la cara, despacio....
La yema de mis dedos recorren tus rasgos, se detienen en tus labios, cierran tus parpados...
y no puedo dejar de mirarte.
No sé quién eres, no me conoces.
Tus labios se acercan, tu lengua se funde en la mia.
Me abrazas, te acercas, me quemas.
Tus manos esculpen mi cuerpo, dejando un rastro de fuego.
Tus dedos abrasan, y yo me derrito....
Siento tu pecho contra el mío, mis piernas rodean tus caderas.
Entras en mi dulcemente, suavemente.
Nos movemos despacio, no se puede romper el hechizo.
Nuestras lenguas se abrazan, las manos unidas en otro abrazo caliente.
Nos dejamos llevar en este sueño...
Y terminamos abrazados, cuerpo con cuerpo, piel con piel.
Me siento tan bien.... me siento segura.
Y el sueño termina, tu ya no estás conmigo.
Vuelve... Te echo tanto de menos....
Sueña otra vez conmigo, sueña mi sueño.

lunes, 18 de agosto de 2008

Jugando con fuego (Parte III)



Un deseo ardiente la consumía por momentos, y Sergio seguía jugando con su boca, sus labios y su lengua, besandola ardientemente ahora, mas suavemente después, mordiendo y lamiendo sin piedad, haciendo que ella sintiera punzadas de placer cada vez más intensas en el centro de su ser.
De repente, Sergio paró en seco para mirarla a los ojos, y aun sosteniendola junto a su cuerpo le preguntó con esa voz ronca que a ella tanto le gustaba...

- Jugamos?

Y dirigió sus ojos al vaso de whisky y después a los sofás que había al fondo del bar.
Ella captó lo que Sergio quería decir, y sonriendo con su mirada le dijo:

- Si, por favor...

Cogieron los vasos con las bebidas y se dirigieron al sofá más cercano, sin separarse, aún besandose, no dejando que el deseo mermara en el camino.
Sergio se recostó en una esquina del sofá, quitandose la camiseta al mismo tiempo, y dejó que ella se acomodara a su lado, aprovechando el hueco de su torso. Encajaban a la perfección.
Sergio bebió otro sorbo de whisky, y al mismo tiempo agarro entre sus labios un pedazo del hielo semiderretido. Con él en la boca, le quitó a ella la blusa semitransparente que llevaba aquella noche, y también el sujetador, y comenzo un helador paseo con su lengua acariciando su cuerpo desnudo.

- Eres preciosa... - Susurró Sergio - Me encanta tu cuerpo.

Ante aquella muestra de deseo, ella se excitó cada vez más, al tiempo que los regueros helados que el dibujaba sobre ella se convertían en vapor al contacto con su piel ardiente. Suaves gemidos escapaban de su boca, y sus manos se hincaban en la espalda de Sergio cada vez que su lengua recorria un pezón, ahora el ombligo, ahora la curva que formaba su cuello junto a su hombro...

Sergio volvió a coger el vaso de whisky y le dió de beber a ella, derramando parte del contenido entre la comisura de sus labios. Las gotas de whisky aguado recorrieron su cuerpo, produciendo pequeños escalofrios allí donde llegaban. Sergio las seguía con la lengua, recogiendo otra vez el liquido derramado, dejando su calor en aquellas partes donde segundos antes sólo habitaba el frío.

La temperatura subía por momentos en el local vacio, a pesar de su amplitud. La música seguia sonando de fondo, aunque ninguno de los dos le prestaba la más minima atención. Solo tenían oidos el uno para el otro, sólo escuchaban sus gemidos y susurros, sólo tenían ojos para sus cuerpos ardientes, semidesnudos, mojados por el sudor y retazos de whisky y hielo...
Terminaron de quitarse la ropa con violencia, desatados los sentidos, solo querian yacer desnudos, unir el fuego, quemarse por dentro igual que ya lo hacían por fuera...

Ella se montó sobre Sergio, que estaba sentado en el sofá, y lo cabalgó con furia, mientras el la sujetaba de la cadera y presionaba su clitoris con el dedo, siguiendo su ritmo endemoniado, controlando las sensaciones desatadas que pujaban por salir de su interior...
Ella gemía cada vez más fuerte, perdido el control, gritando por momentos, sin ser consciente de las palabras entrecortadas que expulsaba su garganta en cada embate de la feroz lucha por llegar a tocar las estrellas con la punta de los dedos... Finalmente, explotó en un largo orgasmo, al tiempo que Sergio se dejaba llevar y la acompañaba en ese viaje al infinito....
Tras la agonía final, se derrumbaron el uno sobre el otro, abrazados, ocupando el sofá. Encendieron un cigarro aún sudorosos y extasiados, y fumaron sin dejar de mirarse, susurrandose todavía tiernas palabras de amor y deseo....

Fuera de alli eran otros, cada uno tenía su vida y su rutina, pero el deseo surgido en aquel bar, ante aquella cubitera rota, los unió en los momentos de soledad y pasión escondida entre las paredes de aquel local. Su historia solo podía funcionar alli dentro, no podían exponerla a la luz del sol, por temor de que aquel deshiciera el hechizo creado en la noche oscura.

domingo, 10 de agosto de 2008

Jugando con fuego (Parte II)



Caminaba con paso firme y seguro, que para ser la hora de la madrugada que era, no era poco. Una sonrisa fue iluminando paulatinamente su cara. Sergio al verla le correspondió con otra más amplia y un guiño de ojo.

Aunque se habían vuelto a ver desde el día del arreglo de la tapa de la cubitera, ninguno de los dos había sacado el tema, y su trato había sido cordial y amigable como antes del encuentro.

Sergio llegó hasta el final de la barra donde solía sentarse ella, y se aupó en la barra para darle los dos besos de rigor sobre ella. Eso sí, en el segundo desvió un poco la cara y fue más un roce fugaz de labios que un beso en la mejilla…. Ante el gesto, ella sintió un pequeño escalofrío de placer, ya que no se lo esperaba.

- Que tal, Sergio? Como va todo?

- Bien, guapa, cansado de trabajar.

- No me digas que terminas ahora…

- Pues casi, casi, hace un par de horas que he salido de la oficina. He ido a casa, pero quería desconectar un rato, así que me he dado una ducha y me he venido a verte…

- Pues gracias, porque está la noche de un aburrido que no veas….

Sergio echó un vistazo a la fauna que poblaba el bar aquella noche, e hizo un gesto de comprensión.

- Bueno, al menos gente si hay, habrás estado ocupada.

- Si, eso si… Bueno, que te pongo?

- Lo de siempre, cariño.

Ella lo miró a los ojos al escuchar aquella palabra salir de su boca. Sin decir nada, se giró y fue a prepararle el Dyc 8 con hielo en vaso de tubo que el solía tomar cada noche que iba al Pub. Solía ponérselo largo, más que su compañera, porque sabía que a él le gustaba así. No le importaba pagar suplemento por la copa, pero quería más de medio vaso. Ella no le cobraba el suplemento, porque era un buen cliente, y esos detalles eran los que hacían que la clientela estuviera a gusto y no se marchara a acabar la noche en otro sitio. Un dedo más de whisky en cada vaso no suponía una gran pérdida si el cliente se tomaba cuatro copas en vez de dos.

Siguieron hablando a trozos, cuando el resto de la clientela se lo permitía, y la última hora pasó volando… Cuando el reloj marcó las 04.30 a.m. bajó el volumen de la música y salió a cerrar la puerta. La media docena de clientes que quedaban acabaron sus copas tranquilamente mientras ella rellenaba las pocas botellas que faltaban en las cámaras y Sergio no le quitaba ojo, sorbiendo el whisky, viéndola ir venir por la barra, agachándose en las cámaras, ofreciendo pedazos de su escote en cada movimiento.

Veinte minutos después, salió a abrir la puerta a los clientes que marchaban y al cerrar se quedó a solas con Sergio en el Pub.

Este no le dio tiempo a volver a meterse en la barra, la sujetó por la muñeca, y estrechándola contra él le dio un apasionado beso con sabor a whisky y a sudor…

Las manos de ella rodearon su cuello, arrimó su cuerpo al de él, notando la dureza que comenzaba a surgir a la altura de su pubis.

viernes, 8 de agosto de 2008

Jugando con fuego (Parte I)



Aquella noche estaba resultando de lo más aburrida en el Pub. Se había quedado sola, como era costumbre últimamente. Su compañera estaba cansada y un poco pachucha, y le había pedido que se quedara ella al frente del garito. Se presumía la noche tranquila, así que la mandó a casa sin problemas y se dispuso a pasar unas cuantas horas allí dentro.

Después de una primera hora más bien sola, poco a poco empezó a llegar parte de la clientela habitual, sobre todo la clientela de más de cuarenta…
Éstos solían ser señores que venían solos o en pequeños grupos de dos, tres o cuatro personas. A veces también venía alguna señora, mujer de alguno de ellos, o también dúos o tríos de amigas solas y/o solteras. A esta particular fauna les gustaba tomarse la copa tranquilamente, en la barra, fumando sin parar y hablando de vete tu a saber que… No solían prestar mucha atención a la música que ponía, siempre y cuando no estuviera muy alta. Generalmente estos señores eran educados y respetuosos con ella, aunque había alguno (dos o tres no más) que eran particularmente pesados e incluso babosos. Con esos solía ser distante y fría, e incluso a veces, los ignoraba descaradamente para que se acabaran lo que bebieran y marchasen a otro lado. Entre la clientela de más de cuarenta, también había algún grupo de matrimonios al que le gustaba bailar y divertirse jugando al futbolín. Cuando estos venían, el Pub se ambientaba muchísimo más, ya que incitaban al resto a bailar, menearse de las banquetas o simplemente seguir el ritmo de la música pachanguera que se les ponía especialmente para ellos.

Luego estaban las cuadrillas de veinteañeros, que se sentaban en los sofás y no paraban de jugar al futbolín o los dardos. Esos nunca bailaban, a no ser que hubiera varias chicas en el grupo, pero les gustaba la música moderna, escuchar lo mismo que escuchaban en la radio o la tele. Con estos chicos no tenía mucho trato, les ponía las bebidas, les cobraba y generalmente no hablaban.

Y finalmente, dentro de los habituales, estaban los treintañeros, que se dividían entre los que venían generalmente en grupos de cuatro o más personas, parejas o simplemente cuadrillas de amigos, y los que venía solos o en grupos de tres o menos y que una vez allí se iban juntando entre ellos porque al juntarse más o menos los mismos ya se conocían y había afinidades entre ellos. De entre estos últimos es donde más “amistades” había hecho. Al llegar solos o ser pocos, solían hablar más con ella, y ella con ellos, además la edad también predisponía a tener más interés en la conversación que podían mantener.

Había varios a los que apreciaba especialmente, y en noches como aquella, en que se encontraba aburrida y un poco cansada, sin saber muy bien que música poner porque nadie bailaba y la clientela no la inspiraba, le gustaba que apareciera alguno de ellos para que la noche transcurriera más amena. Les preguntaba que música preferían escuchar, y los complacía poniendo alguna canción de las que le pedían. O si no había mucho jaleo, incluso salía de la barra para jugar un futbolín o unos dardos con ellos.

Pero ya llevaba allí tres horas y ninguno de ellos había llegado…
Al menos, la cosa se había animado desde la última hora, y entre atender a unos y a otros, poner música, el recoger vasos y copas y organizar la barra, se iba pasando el tiempo.
Ya sólo faltaba una hora para cerrar la puerta y apagar la música, y sirviéndose una copa para ella misma, encendió un cigarro y deseó que la hora transcurriera pronto para poder recoger e irse a casa.

En ese momento se abrió la puerta, levantó la vista y lo vio aparecer….