viernes, 30 de enero de 2009

Me quedé sin palabras...


Me quedé sin palabras
para decirte lo que siento.


Persiste en mi interior
el amargo sabor
de una mirada vacía
en unos ojos sin alma,
perdidos...


Sonrisa perfecta que dice nada,
cuando las falsas excusas
se diluyen en tu boca.


El tiempo dibuja
la figura borrosa de tu vida
sombría, insulsa, solitaria.


Promesas rotas,
Sueños vacuos,
Decepción,
Engaño...

lunes, 26 de enero de 2009

Lucía (II)


Cristina apuraba las últimas caladas del cigarro sentada en el coche, todavía reafirmandose en la decisión de abandonar a Lucía a su suerte para siempre.
Recordó como la había conocido. Fue cerca de un año antes, a traves de un anuncio en el periódico. Cristina buscaba un trabajo extra para sacarse un sobresueldo, ya que su trabajo como peluquera y esteticista en una franquicia de una cadena de peluquerías no daba para mucho. Lucía tenía un centro propio de estética, y necesitaba una ayudante para los viernes tarde y sábados, ya que era cuando más demanda tenía.

Cristina generalmente hacía el turno de mañana y mediodía en su empresa, y rara vez alguna compañera le pedía un cambio de horario, asi que tenía la disponibilidad de ayudar a Lucía. Llamó al número de telefóno que aparecía en el anuncio, y tras presentarse, le contó a Lucía el motivo de su llamada. Ésta le hizo unas cuantas preguntas básicas por telefóno, sobre su persona y experiencia laboral, y le pidió que le llevara un curriculum con foto al centro al día siguiente, o cuando le viniera bien a Cristina.
A raiz de alli vino el primer encuentro, hablaron, y unos días más tarde, Lucía llamó a Cristina por primera vez para empezar a trabajar para ella.

Las primeras veces juntas fueron cordiales, no hablaban mucho de temas personales, y ambas se observaban por el rabillo del ojo mientras trabajaban. Cristina preguntaba cuando algo se le antojaba diferente o desconocido a lo que había hecho hasta entonces, y Lucía de vez en cuando le daba pequeñas indicaciones de cómo quería que hiciera algun trabajo con alguna clienta en particular. Al fin y al cabo sólo se veian unas pocas horas dos veces a la semana, y no todas las semanas.

Pero una tarde, Lucía estaba más excitada de lo normal, su comportamiento era extraño, y le hizo unas cuantas preguntas que rayaban el limite de la cordialidad y entraban en terreno personal. Asi que Cristina le propuso tomar un trago juntas después del trabajo, ya que intuía que Lucía necesitaba un desahogo, alguien con quien hablar.

Aquel fue el principio de su amistad, ya que Lucía se sinceró sin más, contó muchos de sus secretos y adicciones, dejó al descubierto sus carencias y defectos y ella se vio ante una persona más infantil e insegura de lo que en un principio creyó de Lucía. Eso hizo que en cierto modo, se encariñara con ella y la cogiera bajo su protección, ya que Cristina era más fuerte y sensata de lo que la gente pensaba cuando la conocía. Y se sentía en la obligación de traspasar parte de esa fuerza a su jefa y nueva amiga.

Pero poco a poco, Cristina fue descubriendo que todo lo que ella pudiera decirle a Lucía era tiempo y esfuerzo perdido. Sus adicciones podían más que cualquier otro argumento, a pesar de reconocer ante ella entre lágrimas sus debilidades, sus caídas, la necesidad de una ayuda externa que prometía buscar y que nunca llegaba...

Después fueron llegando los engaños, las mentiras, porque Cristina comenzaba a ponerse dura ante las debilidades de Lucía. Ya no era la amiga comprensiva que le daba consejos, si no que le instaba a buscar soluciones. La enfrentaba a sus actos y a sus errores, y Lucía no quería más reproches. Sobre todo, a raiz de la primera vez que le confesó que si, que Raul le pegaba. Aunque antes de la confesión Cristina ya intuía que algo no marchaba bien en aquella relación, al margen de que ambos fueran adictos a la cocaína, hasta entonces no parecía afectar a la vida cotidiana de ambos, ni a sus trabajos o relaciones con su familia.

Cuanto más intentaba Cristina que Lucía viera las cosas con sensatez, más cobarde se volvía ella.
Un día, Lucía la llamó entre semana, para ver si podía ir ella al centro para hacer unos clientes que tenía reservados, ya que, según le dijo, no se encontraba bien e iba a tener que cancelar las citas. Ella accedió, no tenía mucho mejor que hacer, y el dinero extra le venía bien.

Curiosamente, a partir de aquel día, cada dos por tres Lucía tenía algun problema entre semana, o bien de salud, o le había surgido algún tipo de compromiso ineludible, y llamaba a Cristina para ver si podía ir ella al centro a trabajar.
Luego llegaron las vacaciones, y le pidió si podía cubrirla toda la semana, hacerse ella cargo del negocio mientras ella descansaba... Así que arregló los días en su trabajo de forma que pudiera llegar a ambos sitios, aunque eso significara trabajar 14 horas diarias durante aquella semana.

Los amigos de Cristina empezaban a hacerle comentarios sobre la situación, ya que Lucía la avisaba siempre en el último momento si necesitaba que Cristina la cubriera, y ésta cancelaba cualquier plan que tuviera para poder acudir al centro, sacarse un dinero extra y mantener los clientes del centro, ya que si algún día le había dicho que no, que no podía trabajar, Lucía había cancelado todas las citas o directamente había dejado a las clientas colgadas, esperando en la puerta del local.

Cristina era consciente de que estaba empezando a tener problemas de rendimiento con tanto trabajo. Cuando no trabajaba, dormía o no le apetecía salir de casa, y sus amigos comenzaron a hacer los planes directamente sin ella, cansados de que siempre cancelara a última hora por una llamada de Lucía.

Pero cuando conseguía hablar con Lucía de la situación, ésta se echaba a llorar, le pedía perdón, le decía que era su única amiga y le prometía que iba a tratar de poner en orden su vida, que iba a ir al psicólogo, que Raul también iría con ella, y que ambos solucionarían sus problemas...
Y no es que Cristina la creyera ya, pero tenía la esperanza de que Lucía abriera los ojos y reaccionara...

Y además, necesitaba el dinero que Lucía le pagaba por las horas que hacía, a pesar de que practicamente fuera ya Cristina quien se hacía cargo del negocio, concertaba las citas, y se resposabilizaba de que tanto el material como el local estuvieran en condiciones para seguir trabajando como si nada pasara.
Pero las acciones de Lucía estaban pasando factura, y muchas clientas habían desaparecido, otras no iban tan asiduamente y el resto ya casi pensaban que Lucía había dejado el negocio y ahora lo llevaba Cristina.

Y en esta situación llevaban varios meses, Lucía trabajaba algunos días, Cristina hacía todos los demás, acomodando el horario a su trabajo habitual, cuando recibió el mensaje de Lucía y cogió el coche para dirigirse al hospital, dispuesta a terminar con aquello, dispuesta a no soportar más mentiras, aunque supusiera el cierre del negocio de Lucía, aunque supusiera dejar a Lucía a merced de la cocaína y de Raul...


(Continuará)

viernes, 16 de enero de 2009

Lucía


Cristina volvió a mirar el reloj. Era extraño que Lucía no la hubiera llamado todavía. Ya eran dos días sin una llamada, sin un mensaje...

En ese instante sonó el móvil. Era un mensaje. Se abalanzó sobre el teléfono y miró la pantalla. "1 Mensaje nuevo" le dio a la tecla ok "Lucia"

Alli estaba... ya sabía que tarde o temprano, tendría noticias de ella.

-Hla wapa, stoy en el ospital, stoy bien, psate si kieres y me kuentas-

Aquello no es lo que esperaba... En el hospital? que habría pasado estaba vez? Y que fuera a contarle que? En todo caso, siempre era Lucía la que le contaba, la que le venía a llorar los problemas y ahogarla en sus penas.

Estaba ya cansada de aquello, de esa relación que había comenzado como una amistad más y poco a poco la había ido absorbiendo en un mundo paralelo que no le gustaba, ni le convenía, y del que no sabía muy bien como salir.

Bueno, sí lo sabía. Sabía que con cortar con todo aquello y continuar con su vida, dejaría de sufrir. Y todos los días se levantaba con el mismo pensamiento en su cabeza. Hoy se lo diría. Hoy le diría a Lucía que no la llamara más, que no contara más con ella, que no podía seguir luchando por alguien que no hacía nada por dejar de llorar, por mejorar su vida.

Pero como cada día, le faltaba el valor. Ya no sabía que sentía, si pena, necesidad, cariño, o simplemente tenía la esperanza de que cualquier día de estos, Lucía abriera los ojos y reaccionara. Se diera cuenta del daño se hacía ella misma y con sus mentiras, manipulaciones y debilidades, inflingía a los que la rodeaban, incluida a ella.

Mientras pensaba todo esto, había cogido el coche y se dirigía hacia el hospital, una vez más, sin saber muy bien por qué, seguía acudiendo en su rescate, cuando estaba claro que Lucía no quería ser rescatada de su propia vida. Era una pobre niña en el cuerpo de una mujer dominada a medias por un novio violento, y la otra mitad por la cocaína que casi cada noche esnifaban sus venas.

- Yo antes no lo hacía, -le había dicho la primera noche que lloró ante ella.- empecé por culpa de Juan, y hasta hace poco sólo eran los fines de semana. Pero ultimamente, me llama, no lo puedo evitar... y sé que no está bien, que no me sienta bien, pero la tengo aqui... y me llama. Y quiero dejarlo, te lo juro, pero no puedo...

Con los ojos vidriosos por el llanto, vacíos a causa de las rayas de cocaína, le contó a retazos su vida, lo que había vivido con Pedro, lo que había ocurrido cuando terminó con Juan, lo mal que lo había pasado... Pero poco después conoció a Raul y se había vuelto a enamorar... Y entonces creyó que todo mejoraría. Hasta que Raul comenzó a acompañarla en las noches de juerga, alcohol y cocaína, porque él también estaba en el mismo ambiente que ella.

Y tras las rayas y los whiskys, venían los celos.

- Por qué miras a ese? estoy aqui, mirame a mi. -Le gritaba él.

- Si te estoy mirando a ti, pero no lo ves porque estas pensando en esa puta de allí - Le gritaba ella.

Y tras los gritos, aparecían los reproches, y después, venían los golpes... y tras los golpes, las reconciliaciones. Y es que Raul se arrepentía, y entonces, la follaba como nadíe la había follado antes. Y era tan cariñoso...

Cristina escuchaba el relato de Lucía, con el corazón encogido, intentando decirle las palabras adecuadas para no herirla, pero que le hicieran ver que aquello no era amor. Era dependencia. Dependencia de un circulo vicioso, dependencia de una vida llevada al límite, abocada al más oscuro abismo, sin vuelta atrás, sin billete de retorno.
A no ser que buscara ayuda.

Cristina intentó explicarle todos los medios que podían ofrecerle esa ayuda, y entonces Lucía lloraba y lloraba, y le decía que ya los conocía, que tenía razón. Que iría al psicologo y también al centro de desintoxicación.

Pero sólo eran palabras.
El tiempo pasaba y todo continuaba igual.

Y Cristina ya sabía que la mitad de lo que Lucía decía eran mentiras. Lo sabía por amigos comunes, incluso por la familia de Lucía. Muchos antes habían sido su paño de lágrimas, como ahora lo era ella. La historia era la misma con Juan, con Raul, con Pedro y todos los demás. Y todos los que querían ayudarla habían descubierto que no podían salvarla, que ella no quería estar sola, sin un hombre en su cama, y cada hombre que metía en ella era peor que el anterior.

Poco a poco todos la habían abandonado a su suerte. Todos la querían, pero no podían luchar por ella, no podían luchar contra ella. Lucía se iba apoderando de sus vidas como ahora se había apoderado de Cristina. Hasta que decían basta!

Y ella, Cristina, sentía que no tenía fuerzas para seguir luchando una batalla perdida. Tenía una vida, un trabajo, unos amigos a los que quería y la querían. Lucía sólo era una más. Y se daba cuenta que cuanto más tiempo le dedicaba a ella, más perdía de su propia vida.

Aparcó el coche en el parking del hospital. Paró el motor y encendió un cigarro. Mientras chupaba la boquilla y aspiraba, sientiendo el humo entrar en sus pulmones, tomó la determinación de decirle de una vez a Lucía que se acabó. Le daba igual por qué estaba en el hospital, que hubiera pasado aquella vez o que hubiera dejado de pasar. Hablaría con el médico y le contaría todo lo que sabía sobre Lucía, y sería lo último que haría por ella.


(Continuará...)

miércoles, 7 de enero de 2009

Complicado


"No quieres pensar pero piensas.... quieres sentir y no sientes... o no sabes si sientes de verdad... o crees que sientes aquello que quieres pensar."


Hay alguien que no deja de estar en tu cabeza, aunque tu no quieras, aunque te propongas no pensarle...

Vuelve a tu mente una y otra vez, deseas ver a esa persona, compartir momentos, detalles, caricias, deseo...

Y cuando la tienes delante, aunque no puedas dejar de mirarla, no sabes muy bien qué es lo que sientes.

Porque cuando te falta, la piensas, la sientes, recuerdas cada detalle, cada mirada, cada palabra....

Y ahora la tienes en frente... y la miras, sientes deseos de besarla, de contarle lo que sientes...

Y cuando esa persona te besa, te acaricia la mejilla, te dice que te quiere... y la espera termina, el deseo se cumple, tu corazón se expande...

Y la mariposa, entonces, abre las alas, echa a volar y desaparece...

"Que raro, no?" piensas...

El amor es muy complicado.