lunes, 26 de enero de 2009

Lucía (II)


Cristina apuraba las últimas caladas del cigarro sentada en el coche, todavía reafirmandose en la decisión de abandonar a Lucía a su suerte para siempre.
Recordó como la había conocido. Fue cerca de un año antes, a traves de un anuncio en el periódico. Cristina buscaba un trabajo extra para sacarse un sobresueldo, ya que su trabajo como peluquera y esteticista en una franquicia de una cadena de peluquerías no daba para mucho. Lucía tenía un centro propio de estética, y necesitaba una ayudante para los viernes tarde y sábados, ya que era cuando más demanda tenía.

Cristina generalmente hacía el turno de mañana y mediodía en su empresa, y rara vez alguna compañera le pedía un cambio de horario, asi que tenía la disponibilidad de ayudar a Lucía. Llamó al número de telefóno que aparecía en el anuncio, y tras presentarse, le contó a Lucía el motivo de su llamada. Ésta le hizo unas cuantas preguntas básicas por telefóno, sobre su persona y experiencia laboral, y le pidió que le llevara un curriculum con foto al centro al día siguiente, o cuando le viniera bien a Cristina.
A raiz de alli vino el primer encuentro, hablaron, y unos días más tarde, Lucía llamó a Cristina por primera vez para empezar a trabajar para ella.

Las primeras veces juntas fueron cordiales, no hablaban mucho de temas personales, y ambas se observaban por el rabillo del ojo mientras trabajaban. Cristina preguntaba cuando algo se le antojaba diferente o desconocido a lo que había hecho hasta entonces, y Lucía de vez en cuando le daba pequeñas indicaciones de cómo quería que hiciera algun trabajo con alguna clienta en particular. Al fin y al cabo sólo se veian unas pocas horas dos veces a la semana, y no todas las semanas.

Pero una tarde, Lucía estaba más excitada de lo normal, su comportamiento era extraño, y le hizo unas cuantas preguntas que rayaban el limite de la cordialidad y entraban en terreno personal. Asi que Cristina le propuso tomar un trago juntas después del trabajo, ya que intuía que Lucía necesitaba un desahogo, alguien con quien hablar.

Aquel fue el principio de su amistad, ya que Lucía se sinceró sin más, contó muchos de sus secretos y adicciones, dejó al descubierto sus carencias y defectos y ella se vio ante una persona más infantil e insegura de lo que en un principio creyó de Lucía. Eso hizo que en cierto modo, se encariñara con ella y la cogiera bajo su protección, ya que Cristina era más fuerte y sensata de lo que la gente pensaba cuando la conocía. Y se sentía en la obligación de traspasar parte de esa fuerza a su jefa y nueva amiga.

Pero poco a poco, Cristina fue descubriendo que todo lo que ella pudiera decirle a Lucía era tiempo y esfuerzo perdido. Sus adicciones podían más que cualquier otro argumento, a pesar de reconocer ante ella entre lágrimas sus debilidades, sus caídas, la necesidad de una ayuda externa que prometía buscar y que nunca llegaba...

Después fueron llegando los engaños, las mentiras, porque Cristina comenzaba a ponerse dura ante las debilidades de Lucía. Ya no era la amiga comprensiva que le daba consejos, si no que le instaba a buscar soluciones. La enfrentaba a sus actos y a sus errores, y Lucía no quería más reproches. Sobre todo, a raiz de la primera vez que le confesó que si, que Raul le pegaba. Aunque antes de la confesión Cristina ya intuía que algo no marchaba bien en aquella relación, al margen de que ambos fueran adictos a la cocaína, hasta entonces no parecía afectar a la vida cotidiana de ambos, ni a sus trabajos o relaciones con su familia.

Cuanto más intentaba Cristina que Lucía viera las cosas con sensatez, más cobarde se volvía ella.
Un día, Lucía la llamó entre semana, para ver si podía ir ella al centro para hacer unos clientes que tenía reservados, ya que, según le dijo, no se encontraba bien e iba a tener que cancelar las citas. Ella accedió, no tenía mucho mejor que hacer, y el dinero extra le venía bien.

Curiosamente, a partir de aquel día, cada dos por tres Lucía tenía algun problema entre semana, o bien de salud, o le había surgido algún tipo de compromiso ineludible, y llamaba a Cristina para ver si podía ir ella al centro a trabajar.
Luego llegaron las vacaciones, y le pidió si podía cubrirla toda la semana, hacerse ella cargo del negocio mientras ella descansaba... Así que arregló los días en su trabajo de forma que pudiera llegar a ambos sitios, aunque eso significara trabajar 14 horas diarias durante aquella semana.

Los amigos de Cristina empezaban a hacerle comentarios sobre la situación, ya que Lucía la avisaba siempre en el último momento si necesitaba que Cristina la cubriera, y ésta cancelaba cualquier plan que tuviera para poder acudir al centro, sacarse un dinero extra y mantener los clientes del centro, ya que si algún día le había dicho que no, que no podía trabajar, Lucía había cancelado todas las citas o directamente había dejado a las clientas colgadas, esperando en la puerta del local.

Cristina era consciente de que estaba empezando a tener problemas de rendimiento con tanto trabajo. Cuando no trabajaba, dormía o no le apetecía salir de casa, y sus amigos comenzaron a hacer los planes directamente sin ella, cansados de que siempre cancelara a última hora por una llamada de Lucía.

Pero cuando conseguía hablar con Lucía de la situación, ésta se echaba a llorar, le pedía perdón, le decía que era su única amiga y le prometía que iba a tratar de poner en orden su vida, que iba a ir al psicólogo, que Raul también iría con ella, y que ambos solucionarían sus problemas...
Y no es que Cristina la creyera ya, pero tenía la esperanza de que Lucía abriera los ojos y reaccionara...

Y además, necesitaba el dinero que Lucía le pagaba por las horas que hacía, a pesar de que practicamente fuera ya Cristina quien se hacía cargo del negocio, concertaba las citas, y se resposabilizaba de que tanto el material como el local estuvieran en condiciones para seguir trabajando como si nada pasara.
Pero las acciones de Lucía estaban pasando factura, y muchas clientas habían desaparecido, otras no iban tan asiduamente y el resto ya casi pensaban que Lucía había dejado el negocio y ahora lo llevaba Cristina.

Y en esta situación llevaban varios meses, Lucía trabajaba algunos días, Cristina hacía todos los demás, acomodando el horario a su trabajo habitual, cuando recibió el mensaje de Lucía y cogió el coche para dirigirse al hospital, dispuesta a terminar con aquello, dispuesta a no soportar más mentiras, aunque supusiera el cierre del negocio de Lucía, aunque supusiera dejar a Lucía a merced de la cocaína y de Raul...


(Continuará)

7 comentarios:

Nür dijo...

continuará, vale, ¿cuándo?... ¿Ya?!¿No?.. ¿Y ahora?

Sitos,
Nür

celemin dijo...

Voy a esperar a que termine para ponerte un comentario :-)

Me gusta el nombre de Lucía...

Enol dijo...

Creo que Cris tendría que dejar de fumar.

Bruja24 dijo...

Nur, a lo largo de esta semana, espero, la continuacion, aunque no se si el final...
Cele, puedes comentar cuando y como quieras, esta es tu casa.
Y si, Lucia es un nombre bonito, a mi me recuerda la canción de Serrat...
Chuk, no te quejes, Cris lleva con el mismo cigarrillo dos semanas.... eso no es fumar mucho, no?
Besitos!!

Enol dijo...

Ah! Claro...
Es uno de esos electrónicos que venden ahora, claro.

celemin dijo...

La foto me parece de lo mas sensual... :-)

Sara dijo...

Esta historia tiene mucha miga...