viernes, 24 de abril de 2009

El pezón izquierdo

Dicen que si estimulas correctamente y durante un tiempo el pezón de una mujer, puedes llevarla al orgasmo con sólo esa caricia. Y él sabía muy bien como tocar esa parte sensible de mi cuerpo. Sabía tocar esa, y también otras...

Aquel día le tocaba el turno a mi pezón izquierdo. Había decidido experimentar y jugar con él como si no existiera el tiempo, ni ninguna otra parte de mi cuerpo, a excepción de la boca.
Todo comenzó con leves besos y roces de lengua sobre mis labios, que de alguna forma preludiaban la suave intensidad del encuentro.
Sin prisa ni pausa su lengua iba abriendo camino en mi boca, buscando la mía, lamiendo su punta, al tiempo que suaves mordiscos henchían mis labios ya carnosos por naturaleza. El calor y la humedad de aquella lengua me humedecía y acaloraba preparandome para aquello que presentía se avecinaba.

Fue entonces, tras minutos interminables de besos y caricias, cuando sentí sus dedos pidiendo paso a través de los botones de mi blusa para poder alcanzar mi seno izquierdo, cuyo pezón ya se erguía expectante ante el próximo embate de aquella mano aventurera. Sentí sus dedos sobre la tela del fino sujetador acariciar los alrededores, acercando y cercando la aureola que se encogía ya, oscureciendo levemente su color rosado, invitando así a sobresalir más todavía al ya sensible pezón.

Levantó la parte de la tela que le molestaba en su exploración, y ayudandose de la otra mano desabrochó los botones suficientes de la camisa para poder trabajar con la máxima comodidad. Se humedeció la punta de los dedos pulgar e índice introduciendolos sensualmente en mi boca, y con ellos calientes y mojados se dedico a hacer girar el pezón como si de una pequeña ruleta se tratara, observando el comportamiento de mi cuerpo con los ojos de un niño sorprendido ante la visión de algo nuevo y apasionante.

Ante el movimiento de sus dedos comencé a sentir un calor extraño que salía de mi estómago y se expandía en circulos por los alrededores del vientre, acompañado de una punzada de placer que recorría mi muslo izquierdo a lo largo, y se intensificaba cada vez que aquellos dedos traidores presionaban o cambiaba el ritmo de su acompasado movimiento. Cuando notaba que la humedad iba desapareciendo, volvía a pasar sus dedos por mi boca y yo gustosa los regaba de saliva para no dejar de sentir aquello que me estaba volviendo loca por momentos.

Cuando su boca alcanzó el ya hipersensible pezón, y esa lengua traviesa comenzó a reproducir el movimiento que antes comenzaron sus dedos, el calor de mi vientre se fundió con el placer intenso dentro de mi muslo, convergiendo ambos en mi sexo de una manera brutal, dejándome por un instante suspendida en el tiempo seguro de sus brazos, y un gemido escapó de mi boca, acompañado de un ronco susurro que suplicaba que no parara, que siguiera aquella caricia tal y como era, ni más fuerte, ni mas suave, ni más rápida ni lenta... Aquel vaivén de lengua constante me estaba transportando a la más dulce de las locuras. El calor y placer seguían en aumento, concentrado ahora entre mis muslos, sentía como la humedad me embargaba y escapaba de mi cuerpo, mojando la poca ropa que cubría mi sexo.

De repente, un pequeño mordisco me quitó el aliento... y de nuevo la lengua siguió su recorrido. Y cuando ya mi pulso se aceleraba, y sentí el pálpito en mi vientre, otro mordisco hizo que no pudiera contener el grito... Ya no podía más, la lengua, los dedos, los mordiscos se unieron en mi seno, me dejé llevar y mi sexo empezó a palpitar al ritmo de un orgasmo intenso que acompañé de suspiros, gemidos y espasmos que morían conmigo apoyada en su cuerpo....

Se rompió lo bonito


Se arrebuja entre las sabanas y trata de dejar la mente en blanco.
Se ha cansado de pensar, se ha cansado de llorar al recordar cada detalle de esa mirada desdeñosa, de las frias palabras que salían de esa boca que no hacía mucho la besaba, sin esperarlo ni terminarlo de creer.
No pienses, se dice, pero es inutil.
Revisa los ultimos acontecimientos en su mente vez tras vez, intentando ver el fallo, intentando saber donde se rompió lo bonito.
Intentado saber donde quedaron las promesas y los sueños.
Intentando recomponer los pedazos que quedaron tras la decepción.
Las palabras que nunca tendrá la oportunidad de pronunciar se agolpan en su cabeza y le secan la garganta, provocando unas lágrimas que no por inesperadas resultan menos amargas.
Esa inquietud que se ha instalado en el estómago le acompaña cada hora, cada minuto solitario y le recuerda que todavía sigue esperando...